Wednesday 5 February 2020

EL SALARIO MINIMO (O manual de cómo sobrevivir con poco dinero en esta vida)

 Voy a empezar este blog contando un chiste: el salario mínimo en Colombia. Voy a escribir un chiste cruel: El salario mínimo en Venezuela. Voy a decir uno horrible: Jamás tendremos el salario mínimo de Estados Unidos.

Ganarse el salario mínimo y sobrevivir con este en un país tan extraño como Colombia (Extraño porque aún se dice que somos el país más feliz del mundo pero al tiempo el más corrupto y el más desigual) es un acto de valientes. Madrugar a diario para contar las moneditas que uno tiene en la mesita de noche y notar con desconcierto que faltan doscientos pesos para el bus y tener que hacer planes mentales para poder llegar al trabajo:

-         - ¿Será que me voy caminando y llego tarde pero llego?
-         - ¿Será que le pago así al chofer y tumbo una moneda cosa que diga, ¡Ay se cayó el resto!?
-         - ¿Será que me subo al bus a cantar y de paso gano lo del bus de regreso?
-          -¿Será que me mato? No. Eso sale caro.

Una vez gané el mínimo y apenas me alcanzaba para salir conmigo mismo. Me enojaba bastante el momento de comprar la entrada a cine. La conversación era casi un dejavú:
-         - ¿Cuántas entradas le doy?
-          - Deme una
-          - ¿Seguro?
-          - Sí señor.
-          - (Inserte voz coqueta) Porque hoy es 2 x 1 con tapitas .
-          - No tengo con quien entrar. Tampoco tengo tapitas.

La peor parte era cuando tenía que decidir si ver la película o comprar maíz. Lo horrible era que en mi casa había maíz para preparar y arroz y salchichas. En el cine nunca ponen salchichas. Pero ya había comprado la entrada. No había nada que hacer. Ver cine con hambre es feo.

Hacer mercado era otra odisea como asalariado. Tocaba hacerlo por varios flancos: supermercado grande y comprar todos los productos que tengan la marca del establecimiento. Papel Éxito. Shampoo Éxito. Jabón Éxito. Crema dental Éxito. Desodorante Éxito. Galletas Éxito. Todo lo que compraba, paradójicamente, no auguraba ningún éxito en mi vida. Por fortuna salieron otros supermercados mucho más baratos con productos que al parecer son buenos. El D1, Justo y Bueno, El Ara. Serían espectaculares si tuvieran un cuadernito para pedir fiado.

Estirar el dinero se vuelve una profesión obligada cuando de ganar poco se trata. Cuando uno logra estirar un poco la platica y siente que le está rindiendo, llega un diablito a hablarle al oído. Este pequeño demonio le dice susurrando: “¡Dese lujitos bebé!”. Y uno empieza a darse la lista de lujos. Cuando ganaba el mínimo los míos eran:

-            -  Comerme tres empanadas seguidas.
-          - Mandarme a peluquear en un lugar que no fuera de corte de cabello gratis
-          - Comprar una lata de atún (Esto era con la prima)
-          - Coger taxi desde la casa hasta el paradero de buses
-          - Echarle dos monedas de 500 pesos al marrano, que iban a ser usadas en menos de dos semanas
-         -  Comprar una ensalada de frutas especial con dos helados e invitar a compartir de esa ensalada a una amiga de aquellas que uno denomina “todo terreno”.
-           - Comprar Coca Cola en lata para bajar las tres empanadas
-          - No llevar coca de almuerzo un día

Nadie es feliz de ganar el mínimo. De hecho, nadie en Tinder pone en su perfil: “Soy alto, caballeroso, amo caminar largas distancias y la comida mesurada. Gano el mínimo pero me fijo más en el alma que en otra cosa. ¿Caminamos?”. Ahora bien, tengo una idea. ¿Por qué no hacer una aplicación tipo Tinder pero donde la gente junte salarios para poder vivir mejor? Le pondría Rinder. El copy sería: juntemos salarios para una vida digna. Si surge el amor, bienvenido sea.

Ya no gano el mínimo. Pero tampoco el máximo. Descubrí que en Colombia hay que hacer de todo para vivir bien. O como dicen mis amigos emprendedores: ¿Qué hay que hacer que no dé cárcel?  

No comments:

Post a Comment