Wednesday 28 April 2021

UN COMERCIAL Y UN TOMATE


Después de dejar de intentarlo, me gané un casting. Me llamaron de la agencia y me dijeron:

 

- Su perfil ha sido seleccionado para un comercial. ¿Quisiera participar? 

- Por supuesto. ¿Qué debo hacer? 

- Ir esta fecha y grabar. Eso es todo. 

- ¿De qué es el comercial? 

- De pollo. . 

 

Sí. De pollo. Me gané un casting para un comercial de pollo. Hubiera querido ser ese hombre de negocios que maneja un BMW mientras pasa la ciudad iluminada por su ventana, pero no. Es de pollo. Mi perfil es de un señor, padre de familia, que come pollo con su esposa e hijo. No está mal. Hubiera querido ser un hombre que se divierte con una pelota en la playa mientras se lanza a una piscina gritando ¡ESTAS SÍ SON VACACIONES! Pero no. Soy un señor de Costa Rica, Honduras o Guatemala, que come pollo con su familia. No sé qué  clase de trabajo tengo pero soy un señor que tiene familia y les da pollo. De hecho, ese día mi esposa ficticia me preparó pollo pues es un típico comercial donde ella está desempleada y se quedó en la casa, y ya que las amas de casa están casi extintas y eso está bien. 

 

Llegó el día del rodaje. La toma uno se trataba de mi familia y yo charlando amenamente, sosteniendo un sanduche en la mano. Sanduche de pollo, obvio. El director nos pedía que nos riéramos mientras compartíamos pero no podíamos morder el alimento sino pretender que lo hacíamos. La primera toma fue fácil, inventábamos los diálogos.: 

-        Esposa, ¡Qué rico sanduche! ¡Me encanta! 

-        Gracias esposo. Es marca para la que estamos trabajando 

-        Me encanta que se vea reflejado mi trabajo ficticio en este sanduche ficticio 

-        Lo sé esposo. ¿Te fue bien en el trabajo? 

-        Me fue demasiado bien en lo que sea que haga. 

 

La toma diecinueve no fue tan amena. Ya odiaba a mi familia ficticia. Quería irme y odiaba el hecho que no pudiera comerme el puto sanduche que ya se había desecho para ese momento. Pese a que teníamos que fingir alegría, nuestra charla era diferente: 

 

-        ¿Sabias que te odio esposa? 

-        ¡Y yo a ti puto! ¡Tu trabajo es una mierda! 

-        ¡El tuyo más! ¡Eres el clásico estereotipo de mujer que no ha podido luchar por sus derechos! 

-        ¡Calla imbecil! 

-        ¡Cállate tú! ¿Y este es nuestro hijo? ¡Lo  odio también porque le pagan más que a los dos! 

-        ¡Calla que me haces reír estúpido! 

-        ¿Sabias que tengo moza imaginaria  y ella cocina mejor tú? ¡No estupidos sanduches que ni siquiera puedo comer! 

-        Pelmazo

-        Zoqueta.

 

Llegó nuestra maquilladora. Es importante para los actores de un comercial mantener el brillo perfecto que requiere una producción tan exigente como lo es un comercial de pollo. De repente, salió un equipo de maquilladores que no conocía hasta ese día: los maquilladores de verduras. Si usted que me lee no lo sabía, los vegetales que salen en televisión no son tan perfectos. Están maquillados. Si estas verduras tuvieran Instagram, se tomarían fotos con filtros y en calzones.

 

Salió el equipo de maquillaje de un tomate que seguramente tenía un salario más alto que el de mi familia ficticia. Ese tomate ha protagonizado muchísimos comerciales y es un tomate muy creído. Es la estrella del momento. Iba a decir que es un tomate “muy picado” pero su carrera en comerciales hubiera terminado en un guiso. Ese maldito tomate tenía camerino, agua Evian, tomates dobles de acción por si había una escena de riesgo y hasta manager. Tenía una mujer que le abanicaba mientras el rodaje y hasta el director le tenía miedo porque ya había trabajado con él, presuntuoso tomate. 

 

No tenía que decir nada pero mi familia y yo lo odiabamos. Los ánimos en estudio se estaban encendiendo porque ya llevábamos 43 tomas de lo mismo. 

 

-        Te odio esposa 

-        Te odio imbecil 

-        Y odio a nuestro hijo 

-        Yo también. Habla mucho (Todo el tiempo nos hacía adivinanzas el mocoso ese) 

-        Y odio a ese tomate. Se cree la verga 

-        Se cree un pepino 

-        Mírenlo ahí. No hace nada. 

-        Voy a hacerlo guiso. Maldito. Los odio a todos  

 

 

¡FUERA DEL AIRE! Gritó el director. “¡Lo hicieron muy bien chicos! ¡Muy realista la violencia intrafamiliar!” Nos felicitó a mi esposa de mentiras, a mi hijo falso, a mi yo  centroamericano ficticio y a la estrella indiscutible: el tomate rojo, creído y estrellita.