Friday 26 September 2014

UN MAN TODO X

Soy el mejor en lo que hago, pero lo que hago no es muy agradable”. James Hudson Howllet.

Lo que me gusta de los superhéroes es que hacen que cualquier mortal, como usted o como yo (a menos que el que me esté leyendo sea el profesor Charles Francis Xavier), sueñen con tener poderes y defender a los débiles. Uno desea más tener esos poderes en un momento crucial, como cuando me atracaron en Suba Rincón y el ñero me dio un puntazo. Hubiese querido tener el poder de curarme a mí mismo, sacar las garras y decapitar al degenerado que me hirió.

Con lo que acaban de leer ya saben cuál es mi héroe favorito. Su nombre real está en la frase de inicio de este escrito. Lo conocen más como Logan. Pero más famoso su apodo: Wolverine. En los años 90 cuando por primera vez vi la serie en dibujados animados, los X Men, me gustaba que este personaje no era como Superman, demasiado bondadoso y equilibrado, al contrario, tenía su raye mental como muchos de los que tienen Twitter.

El hecho de poder disfrazarse en esta década hace que muchos de nosotros siendo adultos demos rienda a la imaginación y podamos ser, al menos por un día, el personaje que siempre hemos querido. En el año 2011 tuve la oportunidad de afeitarme, peinarme y vestirme como Wolverine. Obvio, estoy años luz de ser Hugh Jackman pero por un día tuve la oportunidad de lucir como el superhéroe que hubiese querido ser si la realidad no existiera.

¿Las garras? Si, muy recursivo, fueron hechas con palos de pincho y recubiertas de papel aluminio. Amarradas con un caucho. No salían de mis manos como Wolverine y podía guardarlas en el bolsillo de mi pantalón. Lo complicado fue tener que salir a coger bus. Nadie espera que un héroe tan popular como este suba a un medio de transporte, se quite las garras porque está encartado, saque un billete de 2000 y pague el pasaje mientras espera las vueltas. Los pasajeros me miraban y alcancé a ver como dos chiquillas se burlaban y me imaginé que susurraban: ¿Cierto que ese man es de los X Men? Pero… ¿Qué hace cogiendo buseta? ¡Tan huevón!

Fui a bailar. Las benditas garras de aluminio y palos de pincho eran incomodas para poder agarrar a mi amiga que iba disfrazada de Tormenta. Mientras hacíamos la coreografía del “hombre divertido” de Wilfrido Vargas escuchaba unas parejas que decían: “¡Pero este Wolverine baila hasta chistoso!” Para esa hora ya se me había perdido uno de los palitos, y el gel que me hacía ver como Lobezno (así le llaman en España) ya se había ido debido al sudor. Sin embargo me alcancé a tomar un par de fotos, especialmente aquella con otro Wolverine que al verme dijo: ¡El suyo le quedó más bacano! ¡Mis garras son de plástico! Me tomé fotos con una Gatubela, un Ciclope y con un Batman que tenía unas Converse rojas. Me fui a la casa, esta vez agarrando un taxi.

“¿Don Golgerin? ¿A dónde lo llevo?” me preguntó el taxista. “A Suba, por favor” le dije. Casi que no me hace el favor. Ni modo de amenazarlo con mis garras porque sólo me quedaba un palito de pincho y el aluminio ya se le había caído. Fue un silencio incomodo todo el camino hasta mi casa. Al llegar al barrio nadie me vio. Abrí la puerta, sentí un latido de perro a lo lejos. Asalté la cocina y raspé la olla de arroz y me comí el último pedacito de plátano que habían dejado mis hermanos.

Esa noche no hice ningún acto heroico. No decapité enemigos. No luché contra otros mutantes locos. No salvé inocentes amenazados por algún ser malévolo. Sólo fui el Wolverine de la noche. Fui el mejor en lo que hice, pero lo que hice no fue muy agradable. Total, sigo siendo un man, ahí, todo X. 

Tuesday 16 September 2014

LA DESPEDIDA


Why does it take a minute to say hello and forever to say goodbye? Author Unknown


Uno quiere que las despedidas sean memorables. Pero a veces caen en el olvido. Eso es en el caso de ella. En el mío nunca voy a olvidar la despedida más particular que tuve en mi vida.

1 de Enero de 2010. Un barrio del sur de la capital. De fondo en un televisor viejo y con mala señal se ve la transmisión de “La Fiesta de los Hogares Colombianos”. Jorge Barón vestido de blanco sonríe mientras le patea el culo a un cantante que no tendrá éxito. Estoy en un cuarto del servicio en la casa de la que hace 8 días fuera mi prometida. Hay muchos libros a mí alrededor pero estoy seguro que muy pocas personas leen en esa fecha y a esas horas.  Hace 7 días me había terminado y por caridad me dejó pasar ese año nuevo con ella, a manera de últimos momentos. Su familia ya se había ido a dormir. Me habían mandado al cuarto de la empleada, al traspatio. Sin embargo desde mi Nokia 1100 le había mandado un mensaje cursi, empalagoso y perdedor: “¿No quiere venir a hacerme compañía por última vez?”. Esperé. A los 10 minutos recibí la respuesta: “Ya bajo. Pero no me puedo demorar”. A manera de chiste del destino escribí: “No te demoraré”. Y esperé.

Cuando uno está enamorado todas las cosas son diferentes. El tiempo es eterno. Y sólo escuchaba la felicidad de Jorge Barón porque en mi caso todo era una extraña tristeza amenizada por los cincuenta de Joselito. Iba a ser un hasta nunca en vida.

Sentí los pasos. La puerta de ese cuarto se abrió. Y ante mi estaba la que para mí era la mujer perfecta. Estaba en una antisexy pijama de nubes. De esas que odio porque no me dejan sentir piernas. Tenía su cabello amarrado con un caucho de esos baratos. Se acostó a mi lado. Sin dudarlo la besé. El corazón me latía mucho más que en cualquier otra ocasión. Era con la única mujer que había tenido sexo en mis 29 años de existencia. Así que me emocioné. Le quité su saquito y ¡Oh fortuna! No había brassier que me impidiera tocarla directamente. Ella metió su mano en mi boxer. Yo estaba duro. Como dirían mis primos: Para partir panela. Mi corazón estaba más acelerado que la última vez que dije que estaba acelerado. Ella misma se quitó su pantalón y se bajó las tangas. Me subí encima de ella. Era el momento de penetrarla y lo hice.

Pasó por mi mente los tres años que había estado con ella. Todos los momentos bonitos que habíamos vivido. Bueno, exagero. No pasó ni mierda por mi mente porque ese momento sólo duró… ¡Tres segundos!
-          ups…
-          ¿Ya?
-          Si.
-          ¿En serio?
-          Si.
-          ¡No jodás!

No dijo nada más. Se subió el pantalón. Se puso su saco y dándome un beso en la frente salió de la habitación no sin antes decirme: “En la mañana te entrego el anillo. Vete temprano que vamos a salir con mis papás. Que descanses”.

Seguí mirando “La fiesta de los hogares colombianos”. Fue la primera vez que vi toda la transmisión hasta la despedida del programa. Lo cambié al canal Uno para ver el logo que rebotaba en la pantalla el resto de madrugada. Así concilié el sueño por poco tiempo. Un sueño rápido.

Ya había amanecido totalmente. Me entregó el anillo, me dio un beso y me miró directo a los ojos. Con la mirada le dije que la amaba. Creo que el último pensamiento que tuvo de mí con la luz del sol de esa mañana del 1 de Enero del 2010 fue: Adiós, precoz.


Monday 24 March 2014

ACUMULADOR COMPULSIVO

“Cuídame Dios de las aguas mansas, que de las bravas me cuido yo”. Refrán popular acuñado por uno de mis abuelos.

Hace unos días estuve haciendo una fila para pagar cualquier recibo. Creo que tenía varios recibos en la mano: el del agua, el de la luz y el del celular. Tenía mi cara normalita, como la de cualquier cristiano que va a dejar su platica en manos ajenas. Bueno, con un poco de tristeza, ¿quién no daría lo que fuera porque todo le saliera gratis?
Entregar la plata es fácil. Y cualquiera quisiera recibirla. Hasta que uno llega a la caja registradora y feliz de que no hubo mucha fila pasa su dinero y sus estúpidos recibos.

-          Señor, el recibo del agua no lo recibimos aquí
-          ¿Por qué?
-          Por políticas de la empresa
-          Pero lo quiero pagar y tengo el dinero
-          Si señor pero no lo recibimos aquí, le toca en un Baloto.
-          Pero en el recibo dice que aquí si lo reciben.
-          Pero ya no, desde ayer ya no lo recibimos
-          (La quiero matar)
-          ¿Perdón?
-          Nada, gracias.

Arrugo un poco el maldito recibo del agua y pago de mala gana los otros. Se siente la mala vibra que sé que de la compañía de luz me van a subir un poco el otro mes.
Llego al otro lugar. Mi sonrisa aún la tengo. Más pequeña pero ahí está. Hay dos personas adelante mío, un poco tristes. Después de la breve espera, llego al lugar.

-          Señorita, buenas tardes. Para pagar el agua
-          Sí señor, pero en este momento no tenemos sistema
-          ¿Cómo así?
-          Si, no tenemos sistema desde esta mañana.
-          ¿Entonces qué hacen?
-          Nada. Estaba echando chisme con Marcela
-          ¿No me puede recibir el agua?
-          No señor. Quién sabe si más tardecito llegue el sistema
-          Maldito sistema.
-          Sí señor. No es culpa nuestra.
-          Eso veo. ¿Usted sabe dónde puedo pagar este recibo?
-          HUM. No sabría decirle. Pero ese recibo ya se le venció. Le toca en un CADE.
-          Gracias. (Perra)

La mirada de asesino es justo la que necesito para toparme con un ladrón. Seguro lo amedrentaría y cambiaría su vida y se pondría a estudiar (Iluso). Así que salgo y agarro una buseta para ir a un maldito CADE.

Es allí donde un vendedor de dulces se sube por encima de la registradora y empieza su lastimera publicidad: “Damas y caballeros, qué pena incomodarlos. Me he visto en la obligación de subirme a este medio de transporte, no para incomodarlos, pero pues tengo que llevar sustento a mis tres hijos (¿Quién lo manda pichar tanto? No es mi problema. Pero claro, cuándo estaba en esas si no pensó que me iba a incomodar en un bus) y pues en esta oportunidad voy a pasar respetuosamente por cada uno de sus puestos dándoles a conocer un producto llamado TIPITIN el cual es una deliciosa gomita. Gracias, gracias, gracias, gracias. (No se la voy a recibir) Gracias”. (Me voy a hacer el dormido).

Me hago el dormido y siento como su dedo viola la intimidad de mi hombro izquierdo mientras me dice un “gracias” con un siseo desagradable. Contra mi voluntad me pone ese dulce en la mano y siento que el odio se me acumula mientras arrugo un poco más el recibo del agua.

“Gracias a las personas de buen corazón que me apoyan con mi forma de trabajo”. Dice el degenerado. ¿Si no quiero comprarle es porque soy de mal corazón? Eso hace que dude un poco de todo lo que soy. Creo que hoy no es un día para tener un buen corazón. Sólo quiero deshacerme de mi dinero. Ya son las 3:33 de la tarde y no sé si ya cerraron el CADE para pagar el recibo este. No le compro el dulce y el tipo me mira mal. Olía a boxer, así que mi conciencia está tranquila. Me bajo de la buseta y corro impulsado por el odio. 

Llego a la fila. Hay varias personas adelante mío. Una mano arrugada y llena de pecas me toca mientras me pregunta: “¿Está es la cola para pagar el agua?”. Respondo con la cabeza. Es una viejita que tiene un chal morado y huele a miaos. Después de unos segundos de silencio, rompe el protocolo con un “JUM”. “¡JUM! ¡Yo tan vieja y haciendo fila! Le dije a mi nieta que me hiciera la vuelta y prefirió irse con la amigas. Me dejó sola. Pero espere y verá que un día de estos le voy a hacer una falta terrible y se acordará de mi. JUM… ¿Esta si es la cola para pagar el agua joven? Es que esa fila no se mueve. Una tan vieja y en estas y el gobierno no piensa en los ancianos. Usted viera, mi otra nieta es universitaria. Es muy bonita. Se llama Yureny y estudia en el SENA. (A mí que me importa Yureny señora) Ella si es juiciosa. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. (Debe ser horrenda esa niña) No como la otra que se la pasa callejiando (Debe ser la zunga del colegio). Bla bla bla bla bla bla bla bla

Me imagino por un instante que tengo un aparato con un botón rojo y que al presionarlo todo se va a la mierda. La señora sigue hablando. Yo ya casi voy a llegar a la caja. Me llama con la mano la que atiende. Entrego el recibo. La cajera silenciosa hace lo que para mí en ese momento es lo más maravilloso que han hecho por mí en la vida: Ponerle un maldito sello del banco al reverso del recibo. Mi sonrisa vuelve mientras digo entre los dientes: Muchas gracias.


Salgo de ese lugar. La ciudad, por unos segundos, se ve amable. Una vez más he acumulado mi odio para otro momento. Algún día alguien se ganará ese premio y por primera vez en la vida, intentaré asesinar de un madrazo al que me saque toda la piedra que he venido coleccionando desde hace rato.