Friday, 11 November 2011

UN TIQUETE POR FAVOR (Primera parte viajando por Europa)



Puerto de Calais. Francia. Un día de Agosto del 2008.

El Ferry esta llegando a la costa francesa. Primera vez en mi vida que viajo sobre el mar. Estoy en un barco y por culpa del cine, exactamente de “Titanic”, pienso que vamos a chocar con un iceberg. Pero hemos llegado al puerto de Calais. El viaje sigue en bus hasta Bruselas. Miró por la ventana de mi bus y los paisajes son como pintados por Dios con el pelo de Bob Ross. Uno se quedaría muchas horas observando. Hay vacas, pero por un instante juego en mi mente con la diferencia entre una vaca francesa y una vaca colombiana. ¿Por qué todo lo colombiano nos parece malo? Son exactamente iguales. La vaca francesa no muge en francés.

El bus se detiene en Lyon. Y para alguien que no había ido más lejos de Cali (Colombia) y digno representante de Suba Rincón, se le nota la admiración por el sol que hace en ese momento. Hemos llegado a Bruselas. Hemos, digo, porque viajo con un recuerdo. Una ciudad europea, orgullosa por sus calles sucias. Sí, por sus calles sucias y llenas de bolsas de plastico volando por todo lado. Papeles que caminan al lado de los transeúntes. Papeles con vida y rumbo.

Me voy a quedar en un hostal. Primera vez que lo hago. El de turno no es muy bueno pero es famoso porque allí vivió Van Gogh. El de la oreja, el pintor frustrado cuyos cuadros se hicieron famosos después de muerto. Me senté en una silla que pudo haber sido usada por este tipo. Miré por la ventana por la que pudo haber mirado Van Gogh. Miré las calles sucias de Bruselas y salí a dar una vuelta. Llegué a una estatua llamada el MANNEKEN PIS. Un niño haciendo chichi. Una fuente visitada por todos los turistas que toman fotos sin cesar. Un niño cuya orina de liquido cristalino no deja de caer. Una invitación para que turistas como yo hagamos chichi en las calles. Para alguien de Bruselas es algo normal. Para mí, no lo es. Pero como turista lo hice. Y es normal. No tuve que ocultarme. No esperé que un policía me detuviera. Y así las calles con arroyuelos improvisados bajo mis pies dejaban correr “mi agüita amarilla”.


En el hostal me esperaban la cerveza Belga. En  la barra hablaban ingles para mi fortuna, porque no domino el francés ni el DUTCH. El cantinero me explicaba que la cerveza Belga es única porque está hecha con una bacteria que sólo crece en los campos de este país. Y si… me dio chichi como suele pasar con todas las cervezas y una vez más salí a la calle a esparcir mi líquido espumoso dejando que la bacteria Belga regresara una vez a la calle donde pertenecía. Si Van Gogh me hubiese visto desde la ventana se inspiraría de ver a un “sudaca” nervioso, orinando con angustia, porque si esto pasará en su ciudad, las mujeres entrarían en un ataque de miradas acusatorias porque eso NO SE HACE.


Bruselas. Caminé despacio en compañía de mi recuerdo. Vimos un tranvía. Por un momento tuve nostalgia de un pasado que no viví. Esos deberían estar aún en mi UGLY CITY. Estatuas irrespetadas. Calles con bolsas de plástico volando sin rumbo, como una escena de la película “American beauty”. Y si. Por un segundo me detengo a mirarla. La persigo. La bolsa cae en la esquina donde hay un muñequito orinando sin cesar. De la nada sale un niño rubio y feliz, pisando los “miaos” de algún borracho sudaca que por primera vez puso su humanidad en una ciudad sucia pero alegre.

http://es.wikipedia.org/wiki/Manneken_Pis

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