Wednesday 9 November 2011

CON UN OJO ABIERTO



(Los días sin dormir bien aprovechados)

Quinto día de somnifobia. Las ojeras se notan. El dolor de cabeza es resiliente. La cara se ve agotada y no es necesario que alguien lo diga. La almohada esta cansada de sostener mi cabeza y yo cansado de ponerla. Ha sido un pacto silencioso.

Las cobijas pesan y el techo es la visión periférica de mundos distantes. De universos paralelos. De ella.

Cierro un ojo. Al menos para que duerma media cara. Dormir por turnos es una nueva experiencia. Y cuando el cuerpo cansado no resiste más, uno no sabe si está confundiendo realidades. Lo real depende de la perspectiva. Mi cuarto sigue siendo el mismo. Pero ahora no sé si estoy soñando o es real todo lo que veo. No me da risa. Pero los que entran al cuarto se ríen de lo que hago. Total, la comedia sigue estando conmigo donde quiera que vaya.

La falta de sueño me hace ver cosas raras. Cobijas de siete tigres que rasguñan. Amigos que fallan. Odios que aparecen. Trato de escribir lo que se me ocurra, pero al igual que mi comedia, es algo sin sentido. Algo que no interesaría al más asiduo lector. Abro el ojo que descansó y cierro el otro. Ella está ahí. Se sienta y me acaricia la mejilla del ojo cerrado. ¿Es mi realidad? ¿Es mi sueño?

No habla. Está de espaldas. Justo cómo siempre la he visto. Con mi ojo abierto trato de acariciar su cabello, pero le jalo un pelo y se enoja. Desaparece. La puerta se abre. La luz entra de la nada. Miro al techo y un ventilador que antes no había visto esta dando vueltas dándome frío. Alguien me quitó mi cobija. Los tigres se han escapado.

Giro mi cuerpo. Ahora trato de poner mi cara en la almohada ya que la cabeza no le gusta. Siento sus manos de uñas cortas. Esmalte rojo. Me dibuja algo en la espalda y es un escenario, un micrófono, una silla, agua. Me da un beso en la mitad de mi columna. Giro el cuerpo y abro el ojo dormido. El ventilador no está. Estoy en otro cuarto.

Cierro el ojo que ya descansó. Suena el PIN de mi blackberry. Alguien me escribe. Estiro la mano del ojo dormido y con el ojo despierto leo: Una carita feliz de alguien que da vueltas en su cama. Escribo algo y suelto el celular. Levanto un poco la cabeza y hay un televisor prendido en un canal sin señal. La estática produce risas. Las risas las produce el comediante de turno. El comediante de turno hace la rutina del ojo dormido y el sueño raro.

Cierro los dos ojos. Los obligo a hacerlo. Son segundos de paz. Ella entra y me besa la boca. Me besa ambos ojos y dice algo que no entiendo. Es un idioma que nos inventamos. ¿Han tenido esa sensación de querer moverse pero algo los aprisiona a la cama y sienten la angustia de que ha llegado su hora? Es ahí donde con la claridad del canto de una sirena, ella me dice: Ven, comediante… levántate ya. Pero no puedo. Siento un ventilador en el techo. Siento que los tigres han vuelto. Siento que todo da vueltas. Y abro un ojo. Huelo un perfume a punto de desvanecer. Y escucho la maldita alarma que indica que la noche ha terminado…

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