“Cuídame Dios de las aguas mansas, que de las bravas me cuido yo”. Refrán
popular acuñado por uno de mis abuelos.
Hace unos días estuve haciendo
una fila para pagar cualquier recibo. Creo que tenía varios recibos en la mano:
el del agua, el de la luz y el del celular. Tenía mi cara normalita, como la de
cualquier cristiano que va a dejar su platica en manos ajenas. Bueno, con un
poco de tristeza, ¿quién no daría lo que fuera porque todo le saliera gratis?
Entregar la plata es fácil. Y cualquiera
quisiera recibirla. Hasta que uno llega a la caja registradora y feliz de que
no hubo mucha fila pasa su dinero y sus estúpidos recibos.
-
Señor, el recibo del agua no lo recibimos aquí
-
¿Por qué?
-
Por políticas de la empresa
-
Pero lo quiero pagar y tengo el dinero
-
Si señor pero no lo recibimos aquí, le toca en
un Baloto.
-
Pero en el recibo dice que aquí si lo reciben.
-
Pero ya no, desde ayer ya no lo recibimos
-
(La quiero matar)
-
¿Perdón?
-
Nada, gracias.
Arrugo un poco el maldito recibo
del agua y pago de mala gana los otros. Se siente la mala vibra que sé que de
la compañía de luz me van a subir un poco el otro mes.
Llego al otro lugar. Mi sonrisa
aún la tengo. Más pequeña pero ahí está. Hay dos personas adelante mío, un poco
tristes. Después de la breve espera, llego al lugar.
-
Señorita, buenas tardes. Para pagar el agua
-
Sí señor, pero en este momento no tenemos
sistema
-
¿Cómo así?
-
Si, no tenemos sistema desde esta mañana.
-
¿Entonces qué hacen?
-
Nada. Estaba echando chisme con Marcela
-
¿No me puede recibir el agua?
-
No señor. Quién sabe si más tardecito llegue el
sistema
-
Maldito sistema.
-
Sí señor. No es culpa nuestra.
-
Eso veo. ¿Usted sabe dónde puedo pagar este
recibo?
-
HUM. No sabría decirle. Pero ese recibo ya se le
venció. Le toca en un CADE.
-
Gracias. (Perra)
La mirada de asesino es justo la
que necesito para toparme con un ladrón. Seguro lo amedrentaría y cambiaría su vida y se pondría a estudiar (Iluso). Así que salgo
y agarro una buseta para ir a un maldito CADE.
Es allí donde un vendedor de
dulces se sube por encima de la registradora y empieza su lastimera publicidad:
“Damas y caballeros, qué pena incomodarlos. Me he visto en la obligación de
subirme a este medio de transporte, no para incomodarlos, pero pues tengo que
llevar sustento a mis tres hijos (¿Quién lo manda pichar tanto? No es mi
problema. Pero claro, cuándo estaba en esas si no pensó que me iba a incomodar
en un bus) y pues en esta oportunidad voy a pasar respetuosamente por cada uno
de sus puestos dándoles a conocer un producto llamado TIPITIN el cual es una
deliciosa gomita. Gracias, gracias, gracias, gracias. (No se la voy a recibir)
Gracias”. (Me voy a hacer el dormido).
Me hago el dormido y siento como
su dedo viola la intimidad de mi hombro izquierdo mientras me dice un “gracias”
con un siseo desagradable. Contra mi voluntad me pone ese dulce en la mano y
siento que el odio se me acumula mientras arrugo un poco más el recibo del
agua.
“Gracias a las personas de buen
corazón que me apoyan con mi forma de trabajo”. Dice el degenerado. ¿Si no
quiero comprarle es porque soy de mal corazón? Eso hace que dude un poco de todo
lo que soy. Creo que hoy no es un día para tener un buen corazón. Sólo quiero
deshacerme de mi dinero. Ya son las 3:33 de la tarde y no sé si ya cerraron el
CADE para pagar el recibo este. No le compro el dulce y el tipo me mira mal. Olía a boxer, así que mi conciencia está tranquila. Me bajo de la buseta y corro impulsado por el odio.
Llego a la fila. Hay varias
personas adelante mío. Una mano arrugada y llena de pecas me toca mientras me
pregunta: “¿Está es la cola para pagar el agua?”. Respondo con la cabeza. Es
una viejita que tiene un chal morado y huele a miaos. Después de unos segundos
de silencio, rompe el protocolo con un “JUM”. “¡JUM! ¡Yo tan vieja y haciendo
fila! Le dije a mi nieta que me hiciera la vuelta y prefirió irse con la
amigas. Me dejó sola. Pero espere y verá que un día de estos le voy a hacer una
falta terrible y se acordará de mi. JUM… ¿Esta si es la cola para pagar el agua joven? Es que esa
fila no se mueve. Una tan vieja y en estas y el gobierno no piensa en los
ancianos. Usted viera, mi otra nieta es universitaria. Es muy bonita. Se llama
Yureny y estudia en el SENA. (A mí que me importa Yureny señora) Ella si es
juiciosa. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. (Debe ser horrenda esa
niña) No como la otra que se la pasa callejiando (Debe ser la zunga del
colegio). Bla bla bla bla bla bla bla bla
Me imagino por un instante que
tengo un aparato con un botón rojo y que al presionarlo todo se va a la mierda.
La señora sigue hablando. Yo ya casi voy a llegar a la caja. Me llama con la mano la que atiende. Entrego
el recibo. La cajera silenciosa hace lo que para mí en ese momento es lo más
maravilloso que han hecho por mí en la vida: Ponerle un maldito sello del banco
al reverso del recibo. Mi sonrisa vuelve mientras digo entre los dientes:
Muchas gracias.
Salgo de ese lugar. La ciudad,
por unos segundos, se ve amable. Una vez más he acumulado mi odio para otro
momento. Algún día alguien se ganará ese premio y por primera vez en la vida,
intentaré asesinar de un madrazo al que me saque toda la piedra que he venido
coleccionando desde hace rato.
Qué peligro... tocará tratarlo con pinzas (método de manipulación de organismos vivientes habitualmente mencionado por mi extinta progenitora).
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