¿En serio es hincha de
Santa Fe? ¿No le da pena? Palabras de la gente cuando se toca este tema en algún
lado
"Los hinchas de Santa Fe toman sopa con banano" Primo Rojas
“A mi no me gusta el fútbol
colombiano” Palabras de la mayoría de gente
“Volveremos volveremos…volveremos
otra vez… volveremos a ser campeones…
como la primera vez”… Cántico de hinchas de Santa Fe.
Debo admitirlo. Soy un mal hincha. Mi familia me hizo un
lavado de cerebro por intereses casi personales, para volverme hincha del rojo
bogotano. Y algo pasa. Es inexplicable como el gusto por un equipo no puede
cambiar. Sigue ahí, a pesar de la vergüenza que era para mí ser hincha de un
equipo de paquetes… como lo llamaban en los noventa.
Fui un hincha lejano. Pero debo admitirlo. Me alegraba en
silencio cuando ganaban un partido. O una copa. O alguna chimbada de esas que
se inventan los directivos del fútbol colombiano para captar dinero. Y así
pasaron los años.
Fueron mis tíos paternos que con argucias me convencieron de
seguir a su equipo. Mi papá no logró su cometido, él es hincha de Millonarios. De
niño me llevaban al “Coloso de la 57”
a ver al equipo. En aquella época era un plan familiar. Las barras gritaban: “dale
rojo… dale rojo” sin acentos argentinos. Muy colombiano todo. La gente tomaba
tinto mientras veía el partido. Las pocas veces que fui siempre vi ganar al
equipo.
Pasaron casi 17 años desde la última vez que fui. Le había
perdido la pista a Santa Fe y lo miraba de lejos. Así como muchos hinchas
clandestinos que andaban dispersos por ahí. Unos admirando a los grandes
equipos europeos. Otros a los que el fútbol les empezó a resbalar. Pero la cita
para volver al Campin llegó por pura casualidad. Una boleta llegó a mis manos
de la manera más fácil: “Alguien la compró, no pudo ir y no quiere perder ese
cupito. ¿Quiere ir?”
Domingo 15 de Julio de 2012. El ambiente ha cambiado. Los
que hacen barras tienen un dejo argentino fastidioso. Pero el ambiente ese domingo
estaba bueno. Un buen hincha tiene camiseta del rojo. Como mal hincha no tenía
camiseta del equipo, como es la costumbre ahora. Me puse una camiseta roja.
Llovía. Pero a la gente no le importaba. La alegría era extraña en el ambiente,
como si “la bareta” de los otros hiciera efecto en nosotros, los malos hinchas.
Mi boleta decía: Lateral Norte Alta. Y allá me hice. Más
gente de mi edad estaba sentada ahí. Y atrás nuestro, las inmensas barras del
equipo cardenal: “La guardia roja”. Saltaban todo el tiempo. Cantaban desde
mucho antes que el equipo saliera a la cancha. Llegó el momento y los leones
rojos (así les decía el comentador) salieron a la cancha. El estadio estalló en
alegría total. De todos lados volaban papeles largos y humo rojo de unas
bengalas se unieron a la euforia futbolística.
La verdad, el ambiente es muy divertido. No sé como el
estadio se convierte en una religión rara, donde Dios y los “madrazos” conviven
en una armonía misteriosa. Voy a recrear con letras la voz de un furibundo
hincha. Disculpen los excesos:
-
¡Uy pero esta gonorrea que pita! ¡Qué pita jueputa! ¡Arbitro
remalparido! ¡Uy Dios santo ayúdanos por favor! ¡Poooooo rom pon pon pooooo rom
pon pon el que no salte no es del León!
En el segundo tiempo, luego de un pase exacto de Omar Perez
(Ese día aprendí el nombre de este gran jugador) Copete supo meter el copete. Y
fue gol. No sé cómo todos celebramos. Todos. Inclusive los inclusives. En las
sillas de atrás había una pareja de viejos. Un señor cuya cabeza llena de canas
parecía haber esperado ese gol por muchos años. Su esposa al lado. Los vi besándose
como adolescentes en el momento del gol. Es inevitable no celebrar un gol así: “¡GOOOOOOOL
HIJUEPUTAAAAA GRACIAS DIOS MIO!” No sé que piense Dios de esto.
El resto fue esperar. El resto del partido era mirar el
reloj que iba en minuto 89. La gente rogaba El hincha furibundo que gritaba
sandeces sólo rezaba. Esta vez sin groserías. Minuto 90. Algo pasó en la cancha
y todo el equipo que estaba en la banca salió corriendo desaforado a la mitad.
Se había acabado la sequía… decían. Y el comentarista del Campin sólo gritaba:
Santa Fe campeón. Miré y nunca había visto llorar a tantos hombres y mujeres al
mismo tiempo. Me sentí cómo dije al principio, en una iglesia, cuya religión
tiene que ver con los cantos, los madrazos y el balón.
Ya no escribo más. Esa fue mi última vez en el Campin. De
resto no me acuerdo. Las fotos quedaron en el celular, que de una manera predecible,
perdí dentro de la celebración. Ya pude ver al equipo campeón. Ahora entiendo a
mis tíos. Ahora entiendo a la hinchada. Ahora entiendo un poco más la pasión
del fútbol. Quien lo vive, es quien lo goza.
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