Monday 17 October 2011

Bogotano, ochentero.

Bogotano, Ochentero

Ser bogotano es algo complicado. La búsqueda de las raíces autóctonas lo lleva a uno a preguntarse: ¿De donde vengo? ¿Por qué nací aquí en la UGLY CITY y no en París, donde se supone la cigüeña debió haberse quedado? Bogotá… ciudad horrible, pero usando un oxímoron, ciudad que se ama.

Los pocos recuerdos de mi caótica ciudad se remontan a un lugar donde mi mamá solía comprar tennis en promoción para sus tres hijos que estudiaban en la pública: San Victorino. Los negocios se ubicaban en la zona peatonal, los peatones caminábamos en la zona vehicular y los vehículos se movilizaban por donde pudieran.

Ser ochenteno en esa época era salir a jugar con el miedo a la leyenda urbana que a los niños algún loco “desparchado” los robaba y los convertía en salchichón cervecero. De ahí, la leyenda urbana de la uña de niño en un pedazo de salchichón.

Ir al centro era un poco peligroso ya que la ciudad colindaba con la desaparecida “Calle del Cartucho” perteneciente al Barrio Santa Inés. Agarrado de la mano de mi mamá (súper héroe defensora con arma mortal llamada tacón puntilla) me asomaba a ver un poco de esa calle. Desde esos días mi gusto por los zombies sería único.

Yo monté en “Trolley”. Un bus eléctrico y extinto, limpio, lento, arma trancones, pasaje a 50 pesos, cuya rememblanza con nuestro actual Transmilenio hizo pensar a muchos ancianos que los Trolleys habian vuelto del cementerio de chatarra.

Ser bogotano, ochentero me hizo criar con las películas de terror y verlas en un televisor TOSHIBA blanco y negro de carcaza roja con una especie de tubos de ensayo ubicados en la parte de atrás. Teníamos una antena improvisada con un gancho de ropa y era el perfecto roba señal para poder ver a tiempo las aventuras de Nopo y Gonta. Me considero un Toshibero, hoy esa marca permanece. No el televisor, destruido vilmente por una tía ofendida en venganza a mi progenitora.

Soy bogotano, ochentero. Los tiempos cambian. Pero los lunes festivos se siguen pareciendo a esa época fugaz, única, maravillosa. Si esto no fuera parte de un blog, sino parte de una serie de televisión, de fondo sonaría una canción de Los Beatles “With a Little Help from my friends”… pero en versión de Joe Cocker. Soy bogotano, ochentero, y hoy tengo nostalgia de la fealdad de mi ciudad.

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