Advertencia: Los siguientes hechos pueden que sean basados en la
imaginación del que escribe esto. Cualquier parecido con la realidad es puro
descuido de mi memoria.
A lo lejos vi sus ojos grandes.
Parecían los ojos de una gata brillando en la oscuridad. Pero su rostro
angelical no iba de acuerdo a esa ráfaga de maldad que brilló por un instante
en su mirada. Una sonrisa se dibujó en su cara al saludarme por primera vez.
Estirando las palabras en una cadencia de ternura me dijo su nombre. – Mucho
gusto, soy R.
Debo confesar que me gustó al
instante. No fue amor a primera vista, simplemente es la ilusión de un balazo
envenenado del maldito de Cupido. Y así quise conocer la esencia de esa mirada
que yo sabía no era bondad. Era la mezcla entre candidez y pura maldad.
Inspirado en las hazañas de
*Florentino Ariza, tuve la osadía de escribir, quizás, la última carta que le
he dado a una humana. Me sentía como este personaje, un despojo humano que sólo
inspiraba pesar cuando se paraba frente a su querida. Era un retroceso en mi
pacto de hombre herido, de no volver a dejarme envolver en esas redes que la
gente llama amor. Me puse mi chaleco antibalas imaginario y me enfrenté a ella.
Sé que el diablo, era el ángel más hermoso del cielo. Algo así pasaba aquí.
Su sutil movimiento de niña buena
se acercó a mi inocente experiencia con las mujeres. Pensé que lo sabía todo. –
No soy lo que piensas. Sonrió con un brillo de malicia en sus ojos. Me acarició
el rostro. Mordió el pitillo de su jugo de guanábana. Rozó un poco sus labios
con los míos y se quedó mirándome con esos ojos que eran como de leona a punto
de saltar sobre su presa. Acercó su boca a la mía en un beso delicado y en ese
instante sentí su verdadera naturaleza.
Se cruzó por mi mente la
arrogancia tierna de Elizabeth Bathory antes de empezar su cacería sangrienta. La
piel intachable y virginal de Mallory Knox mucho antes de besar a Mickey. El instinto básico de Catherine
Tramell antes de enamorar con el cruce de sus piernas. El amor por la
adrenalina de Bonnie Parker antes de conocer a su inseparable Clyde Barrow.
Estaba besando la esencia de una mala que sabe amar y matar de amor.
- Vete.
Fue todo el daño que me hizo.
Nunca me engañó con sus tenues artimañas. Nunca me hizo ahogar en un aljibe de placer. Sólo me besó y supo que no podría hacerme daño, pese a su indiscutible
esencia malévola y seductora.
Las mujeres malvadas existen.
Pero nunca dicen que lo son. Simplemente su mirada las delata. Siempre guardan
su esencia y acumulan su perversidad para hacerla explotar algún día. Incluso,
pueden usar la excusa del amor para realizar su cometido. Pero comparten la
esencia verdadera de la sensualidad y el placer. Los hombres preferimos morir
en brazos de una de ellas.
Hace poco, recibí un correo. Una
carta perfumada como las que *Fermina Daza le enviaba a su enamorado,
impregnada con un perfume que se siente en las vísceras No había nada escrito en el
sobre de manila. En la hoja había una gran R escrita a mano y en tinta negra.
En letra pegada, una frase contundente: Te quiero ver
Me alisto para la muerte. Pero no
es una muerte atroz. No es una muerte lenta. Es una muerte dónde pareceré vivo
ante ustedes. Esa letra es la sentencia asesina de una mujer que sabe caminar
en el borde de la bondad y la maldad. Una asesina que mata con besos. Una
sicaria que es capaz de incinerar sin fuego. Ha vuelto R. Tengo miedo.
· ||*|Florentino Ariza y Fermina Daza, protagonistas
de la novela “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez.
No sufra tanto... :D
ReplyDeleteExtrañaba leerte :D ha sido bueno pasar por acá. Y suerte con R. Todas tenemos algo de ángel y algo de diablo...
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