Friday 16 March 2012

EL DIA QUE SE ACABARON LAS IDEAS



Idea: del griego ἰδέα, de eidós, ‘yo ví’

“El escritor queda horas divagando en frente del teclado. Juega constantemente con una palabra que ya existía, pero según él, es un producto de su casualidad inmediata: QWERT.

Tenía una idea, pero el cuadernito donde anota todo se le quedó ese día sobre la mesita de noche. Y al ser intransigente con el desuso de la tecnología pequeña, no tuvo donde escribirla. Era una idea genial. Era algo que iba a cambiar el curso de la comedia, del humor picaresco. De la crítica que hace reír y reaccionar.

Se le ocurrió mientras leía un viejo artículo de Hunter Thompson: Hell's Angels: The Strange and Terrible Saga of the Outlaw Motorcycle Gangs (1966). Gran periodista. Su estilo era el “Gonzo”. Inmiscuirse tanto en la noticia, que hasta escribía con sangre. Justo en el momento cuando terminó de leer, su cabeza volaba de la cantidad de ideas que tenía. Sin embargo, no había un pedazo de papel y un bolígrafo para anotar la genialidad que se le había ocurrido.

Se montó en un taxi. Pero la charla del conductor fue más interesante que la idea que estaba por escribir. El taxista le alcanzó a contar tres historias de las que se vive en el asiento trasero de su auto: Una escena de amor entre un cura y una monja; los llevó a un motel. Un escape de una mujer que acababa de castrar a su marido y aún tenía en sus manos las tijeras ensangrentadas; el tipo lo merecía.  Un hombre llorando porque lo había dejado el amor de su vida, su tía. Las historias de un taxi siempre son entretenidas. Y mucho más cuando el escritor fue quien se atrevió a preguntar. La idea aún la tenía fresca y se arriesgó a llegar a su casa para anotarla en algún lado.

Se bajó en un restaurante. Pidió su sopa preferida: La sopa de letras. Y mientras jugaba escribiendo palabras con la cuchara, aún la idea le rondaba. Pensaba que esta idea era tan importante que cualquiera que la supiera podría hacer cualquier cosa con ella. Pidió jugo de zanahoria. Y justo en ese momento pasó frente a él el mejor trasero que jamás había visto en una mujer. Unas nalgas perfectas y redondas cruzaron por su punto de fuga. Se perdió en esas montañas “gluteicas”. Quedó por un instante con la cuchara vacía al aire. Una gota de sopa cayó de la cuchara al plato y le salpicó la corbata. Eso lo hizo despertar. Ese culo se le robo la idea.

El escritor está frente al computador. Escribe una y otra vez QWERT. A veces escribe MNBVC. Busca la “@” y en sus intentos fallidos escribe “ª” o escribe “↨”. Una y otra vez se dice a sí mismo: “Yo tenía una idea… la tenía en mi mente y la perdí”. Abre la cortina y en el apartamento del frente hay alguien que tiene la misma cara de angustia. El del frente juega con una pelotica de letras y parece que también perdió la idea.”

Soy otro escritor que perdió otra idea. Escribí lo anterior porque también tuve una idea buenísima, revolucionaria, pero no alcancé a escribirla. Se me perdió en el esquivo mundo de las ideas. Este pequeño escrito es para resarcir la culpa de no haber tenido a tiempo un bolígrafo y un papel para escribir una idea genial que llegó a mí mientras viajaba en una buseta vieja.

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