Sunday, 24 July 2011

MALDITA GOMELERIA

Desde que empecé en este rudo arte de la comedia de a pie, siempre me he subido al escenario con una maldita premisa que me enseñó uno de los senseis de esta vaina, el viejito más enérgico que he conocido: Robert Nield. “Aquí vinimos a matar o ser asesinados boludo”. Y con ese miedo me subo. Esto es una guerra. No se que diablos decir, o como vaya a salir la vaina, o si en el público este escondido un critico de mierda que le haya perdido el gusto a la risa. Mi humor no es inteligente. Son simples cosas que me han pasado, es mas una catarsis insulsa que hace reír a varios, no a los más "inteligentes".

Definitivamente estoy a años luz de ser un excelente comediante. Ni sé como llegar a hacerlo. Aquí estamos, aquí vamos, peleando, luchando. Sólo quiero hacer una pequeña venganza contra los peores públicos a los que me he enfrentado. Y exponer una queja aciaga que será de valor incomprendido para el desocupado que se atreva a leer estas líneas. Los peores públicos. Existen. Se topan en el día menos esperado y lo dejan a uno de comediante tímido en estado de comediante frustrado.

Anhelo que un “carenalga” que es demasiado inteligente para reírse de las insulsas premisas, se pare en un escenario por un momento. Que diga algo de lo que posiblemente considera buen humor. Que sufra como muchos comediantes han sufrido. Que patine en la mierda, como muchos comediantes lo han hecho. Que su mente quede en blanco y sienta que se está ahogando en un mar de ojos enjuiciadores. ¡Que chupe!

Un último saludo de desprecio al público asqueroso que me he topado en este “Sendero de risas”. Gracias. Esa frustración que dejan con sus miradas culas, me reta. Sin esas caídas y esas criticas y esa escasez de “caja” sólo me queda una conclusión. Voy por buen camino. Un saludo al último público gomelo que tuvo la oportunidad de crear el silencio más incomodo que haya experimentado. Los veré de nuevo, y como el personaje de una historia corta de Jairo Aníbal Niño: Los mataré de la risa la próxima, tiranos del silencio.

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